viernes, 28 de noviembre de 2014

La estancia jesuítica que Córdoba no preservó

El calicanto. Parte de un acueducto, en Santa Rosa. De las pocas estructuras de la estancia jesuítica que quedan en pie. Foto: Analía Signorile

La de San Ignacio, en Calamuchita, sólo conserva escasas ruinas. La Unesco no la incluyó como Patrimonio de la Humanidad. Anuncian un proyecto de revalorización.

por Carina Mongi

Santa Rosa de Calamuchita. Fue la última en construirse, pero la primera en venderse. Fue, además, la única en derrumbarse casi en su totalidad. La Estancia de San Ignacio de los Ejercicios, la sexta del circuito jesuita construida en Córdoba, quedó fuera del reconocimiento que otorgó la Unesco a ese conjunto del legado jesuítico como Patrimonio de la Humanidad, en el año 2000.

Sus escasos vestigios materiales no permitieron lograr ese sello. El casco ya no existe y las ruinas muy desperdigadas no llegan al 15 por ciento de lo que alguna vez fue.

No obstante, no se resigna al olvido. Lo poco que se salvó del tiempo y del descuido -insisten algunos- alcanzaría para resucitarla.

Un proyecto del área de Patrimonio Cultural de la Agencia Córdoba Cultura, que se pondría en marcha el año próximo, contempla la realización de una serie de investigaciones multidisciplinarias con fines arqueológicos. La idea reaviva la ilusión de revalorizar el sitio y de insertarlo, alguna vez, en el Camino de las Estancias Jesuíticas, el recorrido turístico que involucra a los demás reconocidos establecimientos.

Fernando Blanco, director de Patrimonio Cultural, aseguró que a la Provincia le interesa San Ignacio por su aspecto arqueológico. El primer paso fue su reciente incorporación como yacimiento al registro de sitios arqueológicos de Córdoba.

“Los especialistas aseguran que tiene gran valor arqueológico y nunca lo va a perder. El problema de San Ignacio es que estaba hecha de adobe, a diferencia de otras construcciones jesuíticas que fueron de piedra”, apuntó. Esa condición facilitó su deterioro y destrucción.

Blanco precisó que la Unesco la valoró como ruina, pero no permite realizar reconstrucciones, por lo que quedó afuera de la categorización que recibió el resto de las estancias en pie y la Manzana Jesuítica de la ciudad de Córdoba.

“Los arqueólogos creen que puede ser objeto de importantes investigaciones”, aseguró Blanco, quien anticipó que un equipo de especialistas trabajaría en el sector luego de que concluyan tareas de preservación previstas en las estancias La Candelaria y Santa Catalina.

Lo que queda de ruinas de San Ignacio se encuentra en terrenos privados y cada tarea requerirá la autorización de los propietarios.

Elementos que resistieron
A 250 años, los elementos materiales que aún se mantienen y despiertan el mayor interés de los investigadores son dos hornos para fundir metal, un acueducto y un molino harinero. “La idea es cuidarlo como lo que es hoy, un gran yacimiento arqueológico”, dijo Blanco.

Las tareas imaginadas no se refieren a reconstruir, sino a investigar y preservar.

Si se cumple el anuncio, por primera vez al menos se encarará un trabajo multidisciplinario en equipo con arqueólogos, arquitectos especializados en patrimonio e historiadores.

Los jesuitas llegaron a Córdoba a fines del siglo XVI y permanecieron hasta 1767, cuando fueron expulsados del continente por orden del rey de España Carlos III. Cinco de las seis estancias jesuíticas (Caroya, Jesús María, Santa Catalina, Alta Gracia y La Candelaria), más la Manzana Jesuítica de la ciudad de Córdoba, fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. San Ignacio quedó afuera de ese reconocimiento: los veedores la descartaron por tratarse sólo de ruinas.

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“Siempre se repitió que ya no existe, y no es cierto”


Boceto. Así se cree que era el casco de la estancias de San Ignacio. Fuente: Gentileza Analía Signorile

La estancia jesuítica de San Ignacio data de 1726. Fue la última en construirse en Córdoba y la primera en venderse, en 1772.

La venta, al igual que las demás, fue poco después de que el rey de España expulsara a los jesuitas de América.

“Fue tan importante como todas las otras estancias”, asegura Analía Signorile, profesora de Historia en Santa Rosa y autora del libro La Estancia jesuítica de San Ignacio de Calamuchita, que escribió junto a Griselda Benso.

En base a inventarios y a la estructura de los otros establecimientos, Signorile elaboró un boceto, que es la única reconstrucción aproximada de lo que alguna vez fue el casco principal de esta estancia.

“Se dedicaba sobre todo a la ganadería, pero también a estañería, obraje con telares, herrería, carpintería”, apunta. En extensión era enorme: abarcaba buena parte de lo que hoy es el departamento Calamuchita, con diversos puestos.

“Del casco o residencia sólo quedan los cimientos y algunas partes del sector artesanal, como los hornos, el molino harinero, una parte del batán (para limpiar y abatanar lana), y algo de las acequias. Lo material no es mucho, pero lo intangible es muchísimo, como todo el trabajo de los esclavos negros en Calamuchita. Eran unos 200 en esta estancia. Cada cosa que encontremos fue realizada por los negros”, acota Signorile.

Diversas causas se sumaron para que casi desaparezca. Una fue el constante cambio de dueños, tras la ida de los jesuitas. También incidió la precariedad del material (adobe), y la falta de conciencia sobre su valor histórico.

“Muchas veces se dijo que la estancia no existía más y esto no es así”, enfatiza Signorile, quien junto a otros interesados de la zona hace años promueve que sea puesta en valor.

Este año, el municipio de Santa Rosa de Calamuchita mejoró el área del antiguo calicanto, un puente-acueducto, construido por los jesuitas y que integraba un complejo y efectivo sistema de riego. Ahora, se señalizó y mejoró para ser visitado.

Lo que fue el casco de la estancia, se encuentra a pocos kilómetros de Santa Rosa, en jurisdicción de la comuna de San Ignacio.

“Sería muy importante que municipios y comunas como Amboy, Amancay, Santa Rosa y San Ignacio, más los dueños de los campos donde están las ruinas, y la gente interesada en el tema, lleguen a un acuerdo para ponerlas en valor como patrimonio histórico y cultural y como sitio de valor turístico”, planteó Signorile.

Fuentes:
Carina Mongi, La estancia jesuítica que Córdoba no preservó, 26/11/14, La Voz del Interior. Consultado 28/11/14.
“Siempre se repitió que ya no existe, y no es cierto”, 26/11/14, La Voz del Interior. Consultado 28/11/14.

1 comentario:

  1. Soy descendiente directa del Capitán Pedro Ramirez de Ochoa, fallecido aprox en 1747, quien en sus memorias testamentarias dispone"ser enterrado en la Iglesia de San Ignacio de los Ejercicios". Estoy muy interesasa en este tema.
    Agradecería que se pusieran en contacto

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